Trastorno de ansiedad generalizada

Jesus L. Rodriguez

Trastorno de ansiedad generalizada

Una cosa es sentir ansiedad antes de un examen, una primera cita o un evento muy importante. Pero cuando ésta se hace presente hasta en los más insignificantes detalles de la vida cotidiana, de manera que no podemos disfrutar de ella, estamos ante un problema llamado trastorno de ansiedad generalizada.

¿Cuáles son sus síntomas? Son similares a los ataques de pánico, a los trastornos obsesivo-compulsivos y otros tipos de ansiedad. Si bien pueden variar de una persona a otra, los síntomas de la ansiedad son la constante preocupación por casi todo, inquietud, fatiga, problemas de concentración, irritabilidad, dificultad para dormir, temblores, dolores musculares, etc.

 

Todavía no se conocen con precisión cuáles son las causas del trastorno de ansiedad generalizada. Se cree que puede deberse a la reacción de los neurotransmisores, que son componentes químicos en el cerebro, ante el estrés, factores genéticos o ambientales. Lo que sí se sabe es que puede afectar tanto a adultos como a niños y jóvenes.

Convivir con el trastorno de ansiedad generalizada es todo un desafío. En la mayoría de los casos, se trata con psicoterapia o medicación, aunque seguir costumbres saludables e incorporar hábitos de relajación pueden ayudar muchísimo también.

El síntoma principal es la presencia casi constante de preocupación o tensión, incluso cuando hay poca o ninguna causa. Las preocupaciones parecen flotar de un problema a otro, como problemas familiares o de relaciones interpersonales, cuestiones de trabajo, dinero, salud y otros problemas.

Incluso estando consciente de que sus preocupaciones o miedos son más fuertes de lo necesario, una persona con trastorno de ansiedad generalizada aún tiene dificultad para controlarlos.

Otros síntomas abarcan:

  • Dificultad para concentrarse
  • Fatiga
  • Irritabilidad
  • Problemas para conciliar el sueño y permanecer dormido, y sueño que a menudo no es reparador ni satisfactorio
  • Inquietud y a menudo resultar sobresaltado con mucha facilidad

Junto con las preocupaciones y las ansiedades, también pueden estar presentes muchos síntomas físicos, como tensión muscular (temblor, dolor de cabeza) y problemas estomacales, como náuseas o diarrea.

Las terapias cognitivas conductistas ayudan a entender los comportamientos y cómo controlarlos. Usted tendrá de 10 a 20 consultas durante muchas semanas. Durante la terapia, aprenderá cómo:

  • Entender y controlar puntos de vista distorsionados de estresantes en la vida, como el comportamiento de otras personas o eventos en la vida.
  • Reconocer y reemplazar los pensamientos que causan pánico, disminuyendo la sensación de indefensión.
  • Manejar el estrés y relajarse cuando se presenten los síntomas.
  • Evitar pensar que las preocupaciones menores se transformarán en problemas muy graves.

Evitar la cafeína, las drogas ilícitas e incluso algunos medicamentos para los resfriados también puede ayudar a reducir los síntomas.

Un estilo de vida saludable que incluya ejercicio, descanso suficiente y buena nutrición pueden ayudar a reducir el impacto de la ansiedad.

La clave del trastorno

Las personas con ansiedad generalizada parecen poseer un radar muy sensible para detectar los problemas que pueden aparecer en cualquier momento. Es como si les costase adaptarse a la vida cotidiana, a sus cambios y a sus amenazas —continuas, pero poco probables—. Es cierto que existen los accidentes, las violaciones, las catástrofes económicas y el paro, pero eso no significa que debamos permanecer siempre en casa y no salir nunca por la noche a cenar o al cine.

La solución que adopta la persona con este trastorno es la preocupación intensiva. De hecho, esto le funciona en cierta medida debido a que la preocupación excesiva provoca un funcionamiento intensivo del hemisferio cerebral izquierdo (que soporta el pensamiento lógico y racional), y una cierta inhibición del hemisferio derecho, que se encarga de la formación de imágenes y que tiene más poder para causar alteración emocional. Es como si preocupándonos en exceso evitásemos en cierta medida imaginarnos las consecuencias de los temores básicos que vienen a nuestra mente. Pero esta solución sólo funciona en parte porque la preocupación intensiva genera síntomas físicos de ansiedad como tensión muscular, irritabilidad o problemas con el sueño. Y lo que es aún más importante: bajar el ritmo de preocupación nos permite imaginar mejor lo que tememos (las consecuencias del paro, la evolución de esos pequeños problemas del niño hasta que se hace drogadicto o delincuente, etc.).

El problema real al que se enfrenta una persona con ansiedad generalizada es distinguir lo que es posible de lo que es probable . En realidad, todo es posible Podemos perder el trabajo, suspender un examen que llevamos bien estudiado, salir a la calle y ser atropellados en la puerta de casa… Todo es posible. Pero, ¿es probable? Ésa es la cuestión. No todo es probable. Muchas personas salen a la calle todos los días y muy pocas son atropelladas. Y no digamos el número de los que son atropellados ¡en la puerta del propio domicilio! Generalmente, los exámenes los aprueban los alumnos que los llevan mejor preparados y los suspenden los que no los llevan lo suficientemente bien preparados. Es cierto que algunos alumnos se ponen nerviosos y no pueden demostrar su conocimiento, pero muy pocos suspenden cuando deberían haber sacado la máxima nota. También podemos perder el trabajo e ir al paro pero, analizado en frío, ¿es eso realmente probable ? Aquí puede que sea más difícil dar una respuesta; depende de la estabilidad laboral que nos otorgue nuestro contrato, de las condiciones laborales de nuestro sector, de la situación económica actual, etc.

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