La ansiedad es un trastorno psicológico y emocional que afecta a cada vez más personas. Es que vivimos tan estresados, nerviosos y preocupados por las obligaciones de la vida cotidiana, que nos olvidamos de relajarnos lo suficiente y como todo ser humano se merece. Cuando ese estado de nerviosismo y estrés alcanza una gran magnitud de manera que altera nuestro estilo de vida, hablamos del trastorno de ansiedad.
La ansiedad es un sistema de alerta del organismo ante situaciones consideradas amenazantes, es decir, situaciones que nos afectan y en las que tenemos algo que ganar o que perder. El concepto de ansiedad está pues estrechamente vinculado a la percepción de amenaza y a la disposición de respuestas frente a ella. La función de la ansiedad es advertir y activar al organismo, movilizarlo, frente a situaciones de riesgo cierto o probable, quimérico o real, de forma que pueda salir airoso de ellas. Dependiendo de la naturaleza de las amenazas, o adversidades, la ansiedad nos preparará:
§ para luchar, enfrentar o atacar el posible peligro o problema;
§ para huir del posible peligro o amenaza;
§ para evitar las situaciones aversivas o temidas;
§ para activar conductas de sumisión que neutralicen conductas hostiles de otros -en miedos de carácter social-;
§ para buscar apoyo, elementos de seguridad y protección;
§ para dotarnos de las herramientas o conocimientos que permitan sortear los riesgos y/o acceder a nuestros objetivos.
La ansiedad implica tres tipos de aspectos o componentes:
§ Cognitivos: anticipaciones amenazantes, evaluaciones del riesgo, pensamientos automáticos negativos, imágenes importunas, etc.
§ Fisiológicos: activación de diversos centros nerviosos, particularmente del sistema nervioso autónomo, que implica cambios vasculares, respiratorios, etc.
§ Motores y de conducta: inhibición o sobreactivación motora, comportamiento defensivo, búsqueda de seguridad, sumisión, evitación, agresividad, etc.
Cada uno de estos componentes puede actuar con cierta independencia. La ansiedad puede ser desencadenada, tanto por estímulos externos o situacionales, como por estímulos internos al sujeto, tales como pensamientos, sensaciones, imágenes. El tipo de estímulo capaz de evocar la respuesta de ansiedad vendrá determinado en gran medida por las características de la persona, y por su circunstancia.
Nadie está libre de este problema, por eso es necesario examinar cuáles son las causas de la ansiedad. Estas son muy diversas, ya que pueden surgir debido a factores psicológicos pero también a causas de nuestro entorno. Examínalas y reconoce qué puede estar ocurriendo en tu caso.
Los factores precipitantes también suelen ser diversos, aunque la mayoría de ellos están relacionados con el estrés:
1. Aumento de las demandas, tanto internas como externas. Así, una persona puede tener grandes expectativas o alta auto-exigencia en algo, o bien puede darse un aumento de las responsabilidades en su vida. Esto puede hacer que se sienta más preocupada por la posibilidad de fracasar. Si, además, considera que su valor como persona depende en gran medida de su nivel de rendimiento, esa amenaza de fracaso se verá aumentada. Por ejemplo, un ascenso en el trabajo a un puesto de mucha responsabilidad, el nacimiento de un nuevo hijo, etc.
2. Acontecimientos estresantes que hacen disminuir la confianza. Por ejemplo, una persona es despedida de su trabajo y rechazada para varios puestos a los que intenta optar después, y esto le lleva a plantearse si realmente es una persona incompetente y preocuparse por la posibilidad de no poder salir adelante.
3. Aumento de las amenazas. Es decir, la vida de una persona puede cambiar a una situación que plantea una seria amenaza. Por ejemplo, la llegada de un nuevo jefe cuyo comportamiento es hostil y abusivo, o que un hijo enferme con alguna enfermedad grave, llevando a su madre estar preocupada por no poder cuidarlo adecuadamente.
4. Una situación estresante que afecta a alguna vulnerabilidad individual. Por ejemplo, cuando una persona independiente y autónoma se ve obligada a rendir cuentas de todo lo que hace.
El ambiente que nos rodea. Podemos ser personas seguras, pacíficas y ordenadas, pero si vivimos en medio de un caos de problemas familiares, económicos y laborales, lo más seguro es que seamos víctimas de la ansiedad crónica.
Por el cerebro. Existen estudios que aseguran que ciertas alteraciones en la química cerebral hacen que un individuo sea más propenso a padecer trastornos de ansiedad. Por eso mismo, muchos medicamentos para el tratamiento de la ansiedad tienen como fin corregir esos desequilibrios.
Experiencias traumáticas. La muerte de un ser querido, un divorcio u otros eventos que puedan causar depresión también son vistos como causas de la ansiedad.
Herencia. Se cree que los trastornos de ansiedad son hereditarios de manera que una persona susceptible a desarrollar ansiedad puede transmitirle esta condición a sus hijos. Muchas personas que son dignosticadas de ansiedad a menudo tienen casos similares en sus familias.
Sin embargo, no hay que olvidar que estos factores precipitantes no actúan solos, sino que lo más frecuente es que se trate de personas con ciertos sentimientos de inadecuación, dudas o miedos. Por ejemplo, la madre que se siente crónicamente ansiosa tras el nacimiento de su hijo probablemente ya ha experimentado sentimientos de inadecuación o dudas sobre su capacidad mucho antes de quedarse embarazada y tal vez durante toda su vida. Sin embargo, el nacimiento del niño es el factor que acaba precipitando el trastorno de ansiedad generalizada.