Malos hábitos alimenticios en adolescentes

Jesus L. Rodriguez

Malos hábitos alimenticios en adolescentes

La adolescencia es la etapa de la rebeldía. Los adolescentes se rebelan contra la autoridad, las reglas y también, contra la comida. Esto es muy peligroso para su salud, pues pueden aparecer problemas que van desde la obesidad hasta la anorexia y la bulimia.

Si tienes hijos jóvenes, es importante que tomes medidas para que adopten la alimentación saludable que necesitan para crecer y desarrollarse con buena salud. Te presentamos algunos típicos malos hábitos alimenticios en adolescentes y consejos para que puedas afrontarlos.

Hoy en día, debido a los factores culturales, el ambiente en el que vivimos, la influencia de los grupos de amigos y los mensajes procedentes de los medios de comunicación y el entorno social general, es habitual que los adolescentes cometan errores en su conducta alimenticia, como por ejemplo:

  • Excluir comidas, sobre todo el desayuno, que tiene una gran importancia porque proporciona la energía y los nutrientes necesarios después del ayuno nocturno, contribuyendo a un mayor rendimiento y concentración en el colegio.
  • Picotear de manera exagerada entre horas.
  • Tener despreocupación por unos hábitos saludables, consumiendo alcohol, tabaco u otras drogas.
  • No practicar ningún deporte.
  • Elevada ingesta de comidas rápidas como pizzas, hamburguesas, etcétera. También refrescos, golosinas, bollería industrial con alta cantidad de calorías y pocos nutrientes.
  • Bajo consumo de calcio, como leche, quesos, yogures…
  • Mayor inclinación a realizar dietas bajas en calorías, siendo en muchos casos dietas vegetarianas o muy restrictivas, que pueden llegar a provocar carencias de distintos nutrientes.

Además, la presencia de alimentos integrales como el pan, los cereales, el arroz o la pasta, es muy escasa en los menús de estos jóvenes. A estas costumbres se suman otras tendencias marcadas por los horarios irregulares de las comidas, sobre todo los fines de semana, la ausencia de alguna de ellas -como el desayuno o la cena- y la ingesta de raciones exageradas de alimentos o de productos poco saludables. Entre otros aspectos que influyen en estas rutinas, destacan:

Seguir dietas de adelgazamiento: en la adolescencia es uno de los pasos claves que origina el inicio de un trastorno grave de la conducta alimentaria

El precio de la comida rápida: el coste barato de la «fast food» y de los alimentos precocinados (pizzas, lasañas, croquetas, empanadillas, hamburguesas, perritos calientes y similares) y su disponibilidad casi en cualquier lugar y a cualquier hora, favorece que este tipo de comida resulte muy asequible y apetecible para los adolescentes. Además, aunque la oferta abarca alternativas más saludables, como ensaladas variadas, macedonias de fruta, yogures o alimentos a la plancha, su buena apariencia se esfuma entre los ingredientes extras añadidos, las salsas, las cremas y los siropes dulces de los postres.

Cenas frías y ligeras: la práctica común entre muchos adolescentes -más propio de las chicas- de tomar una cena ligera y fría a base de ensaladas, queso fresco, fruta o yogur con cereales puede explicar las molestias digestivas más comunes, como la hinchazón abdominal y el estreñimiento.

Picoteo de alimentos muy energéticos: los dulces, como la bollería y las chucherías, o los snacks salados combinados con los refrescos son el tentempié elegido en los encuentros entre adolescentes en el recreo, a media tarde o en los ratos de ocio durante los fines de semana.

Estos hábitos dietéticos irregulares afectan a la sincronización de numerosos ritmos circadianos, en particular, los relacionados con las funciones digestivas y metabólicas.

A largo plazo, se altera la funcionalidad de órganos vitales como el páncreas, el hígado y el estómago. Estas situaciones predisponen a los jóvenes a desarrollar desde edades tempranas problemas digestivos e, incluso, aumenta el riesgo de enfermedades crónicas, como las cardiovasculares y la obesidad. El momento del día en que se tomen los alimentos y la frecuencia con que se consuman son claves para mantener una buena salud.

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