Tan solo imaginar una aguja te descontrola. Ni que hablar de la desesperación que te invade en cada sala de espera cuando estás a punto de ingresar a la sala de vacunaciones, a tal punto que, si fuera por ti, saldrías corriendo del hospital para evitar esa tortura…
¿Te sientes identificado con esa situación? Tal vez sí, porque el miedo a las agujas no es asunto exclusivo de los niños pequeños. Muchas personas adultas sienten miedo, nervios, ansiedad y hasta fobia a recibir una vacuna o extraerse sangre. Sin embargo, deben aprender a superar esos sentimientos, pues estos tratamientos son esenciales para la salud.
Si tienes que extraerte sangre o vacunarte próximamente, echa un vistazo a estos tips para superar el miedo a las agujas. Haz que este proceso sea más rápido y sencillo para ti.
1 No hagas que sea la gran cosa. No pienses en la aguja o en la inyección. No te preocupes por el tamaño de la aguja y no te estreses pensando en el dolor. Si te estresas pensando en la aguja antes de siquiera ser inyectado, sólo te estás creando un montón de ansiedad que a la larga harán la aguja más incómoda.
2 Piensa en otra cosa. ¡Distráete! Lléva a amigos contigo para que puedas hablar y bromear con ellos. Piensa en la próxima fiesta o en esa persona especial de la que estás enamorado. Si quieres, ponte a contar; inclusive puedes contar ovejas.
3 Sólo hazlo. Dile a la enfermera que te dan miedo las agujas, pero que te gustaría que lo hagan rápido. Deja que lo hagan sin lágrimas ni sollozos. No quieres estar allí más de lo necesario.
4 No mires. No veas cómo te ponen la aguja dentro de ti; se te olvidaría pensar en cosas lindas.
5 Estás grande. Sólo recuérdate que ya estás grande y que esto va a ayudarte, no a dañarte. La aguja no es tu verduga. Tú tienes el control de tu vida y no hay ninguna razón por la que una pequeña cosita vaya a ponerle fin.
6 ¡Relájate! Relájate y recuerda mirar a otro lado y cuenta del 10 al 1, pues cuando estarás distraído y no estarás pensando en la aguja. Para cuando llegues al 1 ya habrás dejado el lugar.
7 Se recomienda que hables con un psicólogo si te mareas, te desmayas o vomitas al pensar en agujas o con sólo verlas.
Es igualmente importante no infravalorar su sufrimiento. Los niños son más sensibles al dolor que los adultos, sobre todo aquellos que se han visto sometidos a experiencias dolorosas siendo neonatos o lactantes, ya que presentan una mayor hipersensibilidad si cabe frente al dolor. En este sentido, evita los comentarios negativos y las comparaciones. Con frases como «si no es nada», «no seas infantil», «no hagas el tonto», «qué van a pensar de ti», «pareces una nenita», «tu hermano fue mucho más valiente» o «mira ese niño, es mucho más pequeño y no llora y se porta mucho mejor que tú», sólo conseguirás asustarle más y debilitar su autoestima.
A pesar del dolor que puedan sentir los niños, hay que evitar caer en la sobreprotección. Consuela y tranquiliza a tu hijo tanto como lo necesite, pero no lo subestimes: necesita tu ayuda, no tu compasión. Para ello, evita calificarle con términos tales como «pobrecito», que propician la autocompasión y le harán dudar de si mismo.
Un último consejo: tienes que estar tranquilo. Puede parecer intrascendente, pero los niños pequeños son tan sensibles al ánimo de sus padres que, si tu puedes afrontar el hecho de que tu hijo esté siendo inyectado, entonces seguro que él también lo hará. Asegúrate que eres capaz de asistir a la puesta de la inyección sin trasmitir tensión a tu hijo.