Proteger este órgano es sencillo y práctico, pero para ello es fundamental concienciar a la población en cuanto a la prevención. Mejorar la calidad de vida es el primer paso a seguir. Y, entre otras cosas, lo fundamental es mantener una dieta equilibrada, cobrando la alimentación una importancia extrema.
Que hay que cuidar el corazón es algo que todos saben, pero quizás lo que no se tiene muy claro es cómo. No sólo los amores no correspondidos pueden dañarlo, aunque de forma figurativa, sino que los malos hábitos de la rutina diaria, pueden conducir a padecer una enfermedad coronaria.
Ésta se denomina médicamente cardiopatía isquémica o coronariopatía, y se trata de la forma de afección cardiovascular más frecuente y una de las principales causas de muerte en los países industrializados de Occidente (es responsable de casi el 30 %).
La enfermedad coronaria es causada por el bloqueo o la estrechez de los vasos sanguíneos que van hacia el corazón. La sangre transporta oxígeno y otros materiales necesarios a este órgano. Los depósitos de grasa pueden bloquear parcial o totalmente los vasos sanguíneos que se dirigen hacia el corazón. Entonces, cuando se reduce o se corta el suministro de sangre hacia éste ocurre un ataque al corazón.
Se puede decir que hay dos tipos de prevención, la primaria que es la dirigida a individuos sin afección cardiovascular conocida y la que se hace cuando la enfermedad está ya establecida. En el primer caso, el principal objetivo es evitar la aparición de factores de riesgo cardiovasculares, como la hipertensión arterial, el tabaquismo y los niveles elevados de grasas en la sangre (sobre todo el colesterol).
Para el segundo caso, lo que se hace es influir de forma eficaz en la evolución de la enfermedad. Estas personas deben ser conscientes de que su patología viene incentivada por un proceso, probablemente largo. Para mejorar su salud deberán iniciar un período en el que tendrán que participar de forma activa. De esta manera podrán conseguir un óptimo resultado, como ser: mejorar su calidad de vida; y para ello la medicina natural puede dar resultados extraordinarios.
Por lo general, se recomienda como dieta cardioprotectora una alimentación equilibrada, acentuada en el consumo de vegetales y fibras, como pan integral, negro o de salvado, cereales, frutas, verduras; también garbanzos, habas y lentejas.
Quienes tienen niveles altos de colesterol en sangre deben evitar el consumo de carne, embutidos y huevos -fuente principal del aporte de colesterol en la dieta-. Se recomienda aumentar el consumo de pescado como plato principal, ya que los ácidos grasos omega-3 que contiene poseen un efecto hipocolesterolémico, hipotensor y antiinflamatorio.
Por otra parte, se aconseja, por no decir obliga, hacer actividad física (por lo menos media hora de ejercicio cada día, toda la semana) como parte de un plan general de entrenamiento y en especial para la readaptación después de un infarto. Puede ser caminar, bailar, pasear al perro, andar en bicicleta, entre muchas actividades.
Hacer ejercicio produce efectos directos sobre las grasas de la sangre, la presión arterial máxima y la capacidad respiratoria; además genera efectos fisiológicos y psicológicos favorables, disminución de peso y da sensación de bienestar, entre otras cosas.
Pero a tener en cuenta que una de las cuestiones principales para evitar esta afección, es mantener una buena alimentación. Por lo tanto es de suma importancia seleccionar los alimentos con cuidado. Los especialistas afirman que los cambios en la forma de alimentarse influyen en los niveles de colesterol, de glucosa y de presión en la sangre.
Es necesario saber que son tan importantes los alimentos que se comen como la forma en que se los ingiere. Por lo tanto, se debe dedicar un tiempo necesario en cada comida para masticar y ensalivarlos bien, y tomarse como mínimo quince minutos de reposo después de cada comida.
A continuación conoceremos qué alimentos son más recomendables y cuáles no. Entre los “buenos”, se encuentran los que poseen escaso contenido en ácidos grasos saturados, poca sal y que sean hipocalóricos. En este grupo entran: las frutas, las verduras, las carnes magras y las de ave, los pescados azules, las grasas vegetales y los cereales (integrales y en forma de copos).
Los “malos”, son aquellos que tienen alto contenido en grasas saturadas de origen animal, porque elevan el colesterol y perjudican el corazón. Son, entre otros, la yema de huevo, mantequilla, carnes de cerdo, embutidos, manteca, leche entera o quesos. De igual forma, los alimentos muy salados, las conservas o los mariscos elevan la tensión arterial. Los hipercalóricos tomados en exceso favorecen la obesidad, lo cual, con el tiempo, perjudica el corazón.
Los productos a ingerir deben ser lo más frescos, naturales y enteros posibles. Por ejemplo, el pan -ya sea de trigo, centeno, cebada, etc.- debe ser siempre integral, así como el arroz. Se deben aumentar los alimentos ricos en grasas insaturadas, que aportan el colesterol bueno (HDL) porque, entre otras cosas, limpian y protegen las arterias.
Se recomiendan el aceite puro de oliva, las semillas oleaginosas, en especial las nueces (los aceites del fruto del nogal ayudan a mejorar la circulación y a prevenir la arteriosclerosis. Su contenido en ácido linoleico reduce el colesterol, rebaja la hipertensión y previene la formación de trombos) y las avellanas.
También consumir pescado azul por su alto contenido en ácidos grasos poliinsaturados (omega 3). Entre los pescados azules se encuentran: los magros (besugo, chicharro, trucha, jurel, pez espada y palometa, con entre 2 y 5 gramos de grasa por cada 100 gramos de porción comestible), los semigrasos (bonito, sardinas frescas, boquerones, anchoas, entre 6 y 10 gramos de grasa por cada 100 gramos) y los más grasos (caballa o verdel, atún fresco, salmón, salmonete, arenques, angulas y anguilas, con 10 gramos de grasa por cada 100 gramos de alimento).
Es importante reducir el consumo de sal y aumentar en la dieta la presencia del ajo (debido a su gran contenido en allicina actúa sobre el sistema cardiovascular por su efecto depurativo y normalizador de la tensión arterial) y del limón (rico en vitamina C, es un antioxidante que contribuye a mejorar la salud arterial).
Acompañado a esto, hay que tomar dos litros de agua al día. En cuanto al alcohol, su consumo debe ser moderado. Uno o dos vasos de vino al día pueden resultar beneficiosos para reducir los riesgos cardiovasculares, pero ingerir mayores cantidades puede provocar efectos contrarios.
En resumen, hay que tratar de consumir una dieta equilibrada. Un ejemplo de esto puede ser la dieta mediterránea la cual, según los últimos estudios, es una de las mejores para proteger el corazón. La misma es pobre en grasas y rica en alimentos como las legumbres, el pescado o el aceite de oliva, alimentos que como ya vimos son saludables y beneficiosos para el buen funcionamiento del corazón.
A continuación, vamos a conocer otros alimentos que ayudan a tener este órgano saludable: col -posee propiedades antioxidantes que previenen las enfermedades cardiovasculares-, zanahoria -poderoso antioxidante, también neutraliza los efectos negativos del tabaco en el corazón-; apio -disminuye la hipertensión-, alcachofas -reducen el nivel de colesterol y triglicéridos de la sangre-, calabazas -tienen propiedades antioxidantes -, remolachas -por su contenido en folato previene las enfermedades cardíacas-.
Por último, empezar de a poco a abandonar otras conductas, como el cigarrillo, ya que el consumo de tabaco está directamente relacionado con un aumento en el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. Por sí mismo, el tabaco es riesgoso por su daño a la sangre y las arterias, potenciando las posibilidades de padecer un problema de corazón si se encuentra unido a otros factores como, la hipertensión o el sobrepeso.
Se debe controlar la presión arterial -con valores por debajo de 140/90 mmHg (milímetros de mercurio)-, alcanzar niveles iguales o menores a 200 miligramos de colesterol total por decilitro de sangre -con valores menores a 160 o 130 miligramos de LDL (colesterol malo)-.
Hay que controlar también los niveles de triglicéridos, y conseguir que su presencia en la sangre no supere los 150 Mg/dL. Asimismo, es necesario controlar la glucemia o nivel de azúcar en la sangre, ya que una cifra elevada contribuye a aumentar los riesgos cardiovasculares.
Dormir bien. Sí aunque parezca tonto el dormir, por lo menos sietes horas diarias, hace tener una mejor calidad de vida. Por eso también es relevante evitar el estrés, ya que el estrés continuado y las situaciones de ansiedad hacen mal al corazón.
Algo muy importante, hay que saber escuchar los avisos. Antes de producirse un infarto, el corazón da un aviso con un fuerte dolor en el centro del pecho, que en ocasiones se extiende hacia los brazos o la espalda, y que puede ir acompañado de fatiga, mareo y sudoración. Ante estos síntomas, hay que llamar a urgencias y dirigirse directamente al hospital.