Buenos hábitos alimenticios

Jesus L. Rodriguez

Buenos hábitos alimenticios

Un buen estado de salud comienza por una correcta alimentación. Por eso  te presentamos una serie de buenos hábitos alimenticios que no deberás ignorar si quieres mantenerte fuerte y en forma.

Consume una variedad de alimentos ricos en nutrientes. Necesitas más de cuarenta nutrientes para mantener la buena salud y por lo tanto tu dieta debe ser completa. Tu comida diaria debe incluir pan y otro productos integrales, frutas, verduras y granos. Carnes rojas magras, carnes blancas y pescado. La cantidad de estos alimentos dependerá básicamente de tus necesidades energéticas.

Come porciones moderadas. Si mantienes las porciones en un tamaño adecuado es más probable que te mantengas saludable. Además, come regularmente. Saltearte las comidas hará que tengas hambre y eso resultará en atracones posteriores. Además, si te sientes demasiado hambriento será más probable que te despreocupes del aspecto nutricional. Ten claro que los snacks entre comidas pueden refrenar tu hambre pero jamás deberían sustituir a ninguna de las comidas.

No elimines ciertos alimentos, simplemente modera su consumo. Si eres amante de los dulces o de los alimentos altos en grasas no tienes porqué desterrarlos totalmente de tu dieta. Es suficiente con que sepas moderar la cantidad y la frecuencia con que los comes. Si comes carnes con demasiada grasa o tomas productos lácteos no descremados es probable que estés comiendo demasiada grasa. Utiliza la etiqueta de nutrientes para balancear tus opciones.

Dieta variada

Una dieta equilibrada debería proveer tanto la energía (calorías) que necesitamos  para realizar nuestra actividad diaria  como los nutrientes (proteínas, carbohidratos, lípidos, vitaminas, minerales y agua) necesarios  para construir y reparar las estructuras orgánicas y regular los procesos metabólicos .

¿Cómo nos aseguramos de proporcionar todo lo necesario? La clave está en una dieta variada que incluya: frutas, verduras, legumbres, cereales, lácteos, huevos, pescado y carne.

 Frutas y verduras

Las frutas y verduras son muy ricas en vitaminas y minerales, tienen un bajo contenido en calorías y sodio, y carecen de colesterol. Deberíamos consumir diariamente al menos un buen plato de verduras frescas o, mejor aún, una buena ensalada. Y tomar, como mínimo, dos piezas de fruta al día, entera o en zumo.

Legumbres y cereales

Las legumbres aportan una cantidad y calidad de nutrientes muy importantes para nuestro organismo como vitaminas, minerales, hidratos de carbono y fibra, y nos brindan una buena cantidad de proteínas. Su contenido graso es escaso, aproximadamente un 3% de grasas vegetales que contribuyen a disminuir el colesterol.

Los cereales y sus derivados son ricos en carbohidratos y fibra. Contienen minerales como el calcio, fósforo, hierro y potasio, y todas las vitaminas del complejo B. El contenido proteico es muy variable, entre un 6 y un 16% del peso. En la mayoría de cereales naturales, el contenido en grasas es muy bajo.

Los productos de bollería y pastelería no los incluiríamos entre los cereales, ya que en su elaboración suelen añadir, en grandes cantidades, grasas, azúcar y otros aditivos.

Las legumbres y cereales deberían constituir la base de nuestra dieta. Pero deben combinarse para obtener proteínas de calidad, porque, los aminoácidos esenciales que faltan en un grupo, se encuentran en el otro.

Carnes y pescados

La carne y el pescado aportan la mayor proporción de proteínas de alto valor biológico de todos los alimentos. También son una fuente de vitaminas B1, B2, B3 y B12 en el caso de la carne, y de vitaminas A y D en el pescado. La carne es rica en hierro, fósforo y potasio, mientras que el pescado proporciona yodo, calcio y fósforo.

El principal problema de la carne es su alto contenido en grasas, que es mayoritariamente grasa saturada, y contiene colesterol. Aunque, el porcentaje de grasas puede variar mucho de unas carnes a otras. Los pescados azules también tienen un alto contenido en grasas, pero, a diferencia de las carnes, son grasas con propiedades beneficiosas para la salud.

Lácteos y huevos

La leche y los huevos suministran las proteínas más completas que podemos encontrar, y están libres de aditivos y toxinas por lo que deben formar parte de nuestra dieta. Los huevos contienen hierro y otros minerales, y son abundantes en vitaminas del grupo B. La leche, por su parte, proporciona calcio, fósforo y vitaminas A y D.

En su contra está la cantidad y el tipo de grasa que contienen. Los productos lácteos en general son una de las mayores fuentes de grasas saturadas, por lo que es preferible consumirlos desnatados o semidesnatados. La yema del huevo contiene gran cantidad de colesterol (la clara de huevo no contiene colesterol), y debemos limitar su consumo.

 Aquí te ofrecemos algunos consejos que puedes poner en práctica desde hoy mismo.

  1. Crea un ambiente agradable en torno a la mesa.  La comida alimenta el cuerpo y el entorno alimenta el espíritu. Haz que tu familia se reúna a comer al menos una vez al día. Aprovecha para compartir lo ocurrido en la casa, la escuela o el trabajo y estrecha así la comunicación y la unión familiar.  Involucra a los niños a que pongan la mesa y a que te ayuden en pequeños quehaceres como a preparar la ensalada o a servir el agua.  Usa esa vajilla nueva que tienes guardada, y el mantel o los individuales de colores bonitos. No hay por qué esperar a una ocasión “especial” para estrenarlos. ¡Hazlo hoy mismo!
  2. Evita que tus hijos se acostumbren a comer frente al televisor.  Comer es también una actividad social, ideal para compartir, no para aislarse. Además de que frente al televisor se come de más, es una mala costumbre que debes eliminar de tu entorno familiar. Si es posible, evita también los teléfonos celulares.
  3. No restrinjas los alimentos. ¿Tu hijo tiene sobrepeso? En lugar de “quitarle” comida, prepárale comidas más ligeras y saludables y estimúlalo a hacer ejercicio. Si desde que es muy pequeño le restringes los alimentos, aumentarán las probabilidades de que desarrolle enfermedades como la bulimia y la anorexia más adelante.
  4. Tampoco catalogues a los alimentos como “buenos” o “malos”.Claro que no le convienen ni las golosinas ni la comida chatarra, pero evita categorizar a los alimentos porque todo es relativo. En vez de eso, ayúdalo a asociar lo que come con las actividades que le gustan y le interesan: la leche fortalece los huesos que le permiten jugar al fútbol; las frutas contienen vitaminas y antioxidantes que mejoran la apariencia de su cutis si padece de acné, por ponerte algunos ejemplos.
  5. Lleva a tu casa alimentos sanos. Si no compras alimentos procesados, llenos de grasa y con muchas calorías, tus hijos no podrán comerlos. En su lugar, coloca frutas en un frutero al alcance de todos, y ten a la mano verduras cortadas en trocitos en el refrigerador (hielera). En lugar de galletitas repletas de azúcar, pon en tu alacena o en la nevera, y bien accesibles cereales, tostadas de pan integral, yogur y frutos secos.
  6. Esfuérzate por explorar nuevas recetas que no sean muy complicadas pero que ayuden a brindar más sabor y variedad a los alimentos que sirves a menudo. El pollo, el pavo, y el cerdo magro se prestan de maravillas para presentarlos de muchas formas.  Buscar maneras novedosas de servir los vegetales, que son por lo general los menos “populares” entre el público infantil.
  7. Enséñales la importancia de un buen desayuno.  Es la primera comida del día y la base para que funcionen bien en la escuela.  Si desde chicos se acostumbran a desayunar, no se saltarán esta importante comida más tarde en la vida.
  8. Olvídate de obligarlos a limpiar el plato. Si el niño se siente lleno, que pare de comer. Así aprenderá a escuchar y a respetar las señales de su propio cuerpo. Obligarlo a terminarlo todo le inculcará el mal hábito de seguir comiendo aunque esté satisfecho.
  9. No uses los alimentos como premio o castigo.  En lugar de premiar una buena nota con un helado, o quitarle el postre por portarse mal, lleva al niño al parque a jugar o limita su horario de televisión.
  10. Si tienen edad suficiente, llévalos contigo al supermercado y pídeles ayuda para seleccionar los alimentos. Aprovecha para enseñarles a escoger la fruta, las carnes y hasta los postres y explícales de manera sencilla por qué seleccionas un producto y no otro.

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