La fibra dietética se ha consumido tradicionalmente como material vegetal y tiene efectos fisiológicos beneficiosos tales como reducir el tiempo de tránsito intestinal, incrementar el volumen de las heces, ser fermentable por la microflora del colon, reducir los niveles de colesterol total y LDL colesterol en sangre, reducir la glucosa posprandial en sangre o reducir los niveles de insulina en sangre.
Está constituida por sustancias de naturaleza hidro-carbonada, se diferencian dos tipos:
Fibras parcialmente fermentables (celulosa, hemicelulosa y lignina), que son escasamente degradadas por las bacterias colónicas por lo que se excretan prácticamente integras por las heces. Actúan básicamente sobre el peristaltismo intestinal, consiguen aumentar el tamaño del bolo fecal y aumentan la excreción de Ca, Zn, Mg y ácidos biliares. Están presente en cereales integrales. Se ha comprobado que la fibra puede ayudar en problemas de obesidad por su capacidad de retener agua, consiguiendo un aumento de la sensación de saciedad.
Fibras fermentables (pectinas, gomas, mucílagos y determinados oligosacaridos), son solubles y capaces de atrapar el agua formando geles y se encuentran fundamentalmente en frutas, verduras y legumbres. Entre sus efectos destaca la disminución de absorción de glucosa y lípidos en el intestino delgado, por lo que disminuye la hipercolesterolemia, aumenta la población bacteriana y aumenta la excreción de ácidos biliares. Se recomienda consumir de 25 a 30 g/día de fibra, ya que cantidades superiores pueden conllevar problemas gastrointestinales, como flatulencias o diarrea.