El diafragma es un músculo de forma alargada que separa la cavidad torácica de la abdominal; se sitúa debajo de los pulmones en forma de cúpula y su función es, ni más ni menos, intervenir en la respiración.
Al inhalar, este poderoso músculo se contrae y se achata aumentando la capacidad torácica y creando un vacío que atrae mayor cantidad de aire a los pulmones, y en la exhalación se relaja y recupera su forma de cúpula a medida que los pulmones expulsan el aire.
Este movimiento se produce rítmicamente y es completamente involuntario; pero si durante un ejercicio de respiración colocas tus manos suavemente apoyadas en la zona que vulgarmente llamamos “la boca del estómago”, y concentras tu atención en esa zona, podrás percibir cómo baja el diafragma cuando aspiras aire y vuelve a elevarse en la espiración.
Cómo el diafragma reacciona a las emociones
El diafragma es también un órgano sensible a los efectos de emociones, angustias o preocupaciones excesivas. Es común que ante una situación difícil o penosa sintamos que “se nos cierra el estómago”, y si prestamos atención comprobaremos que también se nos corta la respiración a la altura del esternón y el aire no llega al abdomen. Esto se debe a una contracción del diafragma, y lo mejor en estos casos es tomarse unos instantes para intentar relajar la musculatura y profundizar la respiración.
La salud y el diafragma
También el hipo es producido por una contracción súbita del diafragma, a veces por comer demasiado rápido o por otras causas que aún se desconocen; normalmente el hipo dura sólo unos minutos y no tiene consecuencias, sólo que es bastante molesto para el que lo padece, aunque cómico para los que lo presencian.
Creo que a todos nos ha ocurrido alguna vez, y siempre hay alguien que tiene un remedio, por ejemplo, mi abuela recomendaba tomar diez sorbos de agua contando de adelante para atrás. ¡Y se nos pasaba!
Otro accidente mucho menos frecuente pero más dramático es el espasmo del diafragma. He conocido un caso personalmente, y te lo cuento como anécdota. Una señora de mediana edad se despertó una noche a causa de un violentisimo dolor en el pecho, hacia el lado izquierdo, que se irradiaba al hombro y el brazo del mismo lado.
La llevaron al hospital y la primera sospecha de los doctores fue la posibilidad de un infarto de miocardio. Hechos los estudios que correspondían, los resultados fueron negativos, la mujer comenzó a sentirse mejor, no hubo diagnóstico pero un médico amigo que fue a verla le aseguró que se trataba de un espasmo del diafragma. Quedó dos o tres días en observación y luego volvió a su casa sana y salva.
Esta historia no es para que saques conclusiones, es más bien una curiosidad, pero me pareció útil contartela porque nuestro organismo tiene sus secretos y hay síntomas que pueden provenir de diversas causas. Ahí es donde se necesita el ojo clínico y la mente abierta de un buen médico.
¿Conoces tú algún otro caso interesante similar a este?