La lucha contra el tabaco en el mundo sigue siendo ardua, aunque los cigarrillos son los responsables de aproximadamente un sexta parte de las enfermedades no transmisibles, como el cáncer o las patologías cardiacas. Pese a ello, y tal como acaban de criticar expertos estadounidenses, todavía hay voces que esgrimen que los beneficios de las restricciones del tabaco tardan décadas en ‘dejarse notar’ y, lo que es peor, aún que los beneficios económicos que aporta son mayores que el ahorro en gasto sanitario.
Stanton Glazt y Mariaelena González, de la Universidad de California (EEUU), son los autores del artículo que ha visto la luz recientemente en ‘The Lancet’ y en el que se analiza el impacto verdadero de la reducción del consumo de tabaco en el mundo.
Aún cuando es de sobra conocido que el tabaco «causa estas enfermedades y que la reducción de su uso disminuye su frecuencia, retrasa su aparación y reduce los costes de salud asociados a los tratamientos, estos beneficios se supone que tardan décadas en materializarse, porque cuesta tiempo observar los efectos en los jóvenes, así como en la enfermedad cardiaca, pulmonar o en el desarrollo de tumores. Como resultado, la percepción a corto plazo de los beneficios económicos que acarrea todo lo que rodea al tabaco, a menudo domina la formulación de las políticas», se insiste en el documento.
Nada más lejos de la realidad. Porque las evidencias científicas acumuladas desde el año 2000 constatan que la reducción en «las enfermedades no transmisibles y los costes asociadas a ellas se producen de forma rápida. Así, por ejemplo, el riesgo de infarto disminuye rápidamente con el abandono del cigarrillo y esta probabilidad sigue reduciéndose conforme transcurre el primer año de abandono del hábito». A los cinco, el riesgo de un ex fumador es el mismo que el que tiene una persona que nunca ha fumado.
Más ejemplos. «En Arizona (EEUU), los ingresos hospitalarios por asma se redujeron en un 22% tras un año de la implantación de la legislación contra el tabaco (que incluye la prohibición de fumar en los lugares de trabajo, restaurantes y bares). En Escocia, hubo una disminución del 13% anual en las hospitalizaciones por asma infantil después de la introducción de una ley para los espacios libres de humo», añade el artículo de opinión.
En España
No hay que irse tan lejos. Rodrigo Córdoba, miembro del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo (CNPT), ratifica que «nuestros datos, a partir de 2005, cuando han entrado en vigor la normativa antitabaco son similares al de resto de países. Tenemos un 10% menos de infartos. Pero lo más relevante es que sólo las enfermedades asociadas al tabaco representan el 15% del gasto sanitario».
De hecho, tal y como destaca el Informe del CNPT de 2010, «la cifra estimada del gasto sanitario directo por cinco enfermedades (asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, patología cardiaca, cerebrovascular y cáncer de pulmón) es de 7.695,29 millones de euros anuales. En total, si sumamos los costes económicos del tabaquismo en el lugar de trabajo y los coste sanitarios, la factura global del tabaco asciende, siendo conservadores a un total de 16.475 millones de euros anuales. Lo cual no incluye costes por tabaquismo pasivo y por otras 20 enfermedades relacionadas con su uso».
Los científicos estadounidenses insisten también en que, además de «la disminución de los fallecimientos por culpa del corazón, en California las medidas restrictivas lograron una reducción en la incidencia de cáncer de pulmón a los dos años de su introducción. A los 10 años, los nuevos casos fueron un 14% menos de los predecibles».
En cuanto a loscostes, los programas de control de California «supusieron 14.000 millones de dólares (cerca de 13.900 millones de euros) durante sus primeros 15 años, pero se ahorraron 86.000 millones de dólares (unos 85.900 euros) en costes directos sobre la salud, lo que supuso ganar 61 veces más de lo invertido».
Tabaco por comida
Por si estos argumentos no son suficientes hay que destacar el dinero que no se gasta en tabaco alimenta, además, la economía, pero de diferentes maneras. «En los países de renta media, el consumo de tabaco disminuye el nivel de vida del hogar porque lo que se gasta en comprar cigarrillos se produce a expensas de otras necesidades fundamentales», añaden los autores. Así un estudio «realizado en Bangladesh, por ejemplo, mostró que si la gente reasignara el 69% de su gasto habitual de tabaco en alimentos, 10,5 millones de habitantes menos dejarían de estar desnutridos y las muertes diarias de niños malnutridos podría reducirse a la mitad».
Efectivamente, arremete el doctor Córdoba: «Los estudios demuestran que el gasto personal en tabaco cuando se abandona el hábito se invierte en otros sectores públicos, como telefonía, viajes, revistas… Eso significa que el dinero revierte en la sociedad».
Este experto apunta que los datos preliminares de un nuevo estudio que se está llevando a cabo para establecer si los pacientes fumadores generan más uso de recursos sanitarios y de bajas laborales que los no fumadores. «El trabajo está realizado con 243 pacientes de 45 a 75 años de un centro de salud urbano. La media de días de baja laboral en la población general fue 13,44; la media en fumadores de 15,49 y en no fumadores de 11,26. Estas diferencias son significativas», explica.
Además, el 31,96% de los fumadores presentaba una enfermedad crónica frente al 19,15% de los no fumadores. Como conclusión, «los fumadores presentan el doble de enfermedades crónicas y casi un 30% más de días de baja laboral a lo largo del año. Asimismo, tienen un mayor consumo de fármacos y más días de hospitalización. Por tanto, es importante invertir más recursos en programas de deshabituación del tabaco para las personas fumadoras», certifica el experto