Acuden a su médico aquejados de dolores musculares, cansancio o malestar general, aunque la auténtica realidad pasa desapercibida. Porque muchos de los adolescentes que recurren a los centros de salud por sus síntomas físicos en verdad necesitan ayuda para su mente. Sufren depresión, pero salen por la puerta de la consulta sin diagnóstico.
Esta enfermedad mental, que es y será uno de los problemas de salud de mayor impacto en los países desarrollados, es bastante común entre los chicos y chicas de 14 a 19 años. Se estima que cada año entre el 1% y el 6% de los adolescentes del mundo la padecen, pero la mayoría de ellos no tiene un diagnóstico y, consecuentemente, no recibe tratamiento.
Tal y como ha puesto de manifiesto Elena Garralda Hualde, jefa de la Unidad Académica de Psiquiatría Infanto-Juvenil del Imperial Colege, St. Mary´s Hospital de Londres, durante la VI Jornada Científica de la Fundación Alicia Koplowitz que se ha celebrado en La Fundación Jiménez Díaz de Madrid, «pese a que es una patología frecuente, sólo uno de cada 10 adolescentes con depresión que acude a Atención Primaria obtiene un diagnóstico«.
La necesidad de que los médicos de cabecera y los pediatras se involucren en la detección de esta enfermedad es algo por lo que trabaja esta especialista y defienden todos los expertos. Fundamentalmente, porque además de provocar un gran sufrimiento, tiene graves implicaciones adversas, como el impacto en el funcionamiento diario, las altas tasas de recurrencia y el aumento del riesgo de suicidio.
Herramientas útiles
Por todo ello, la Guía de la Práctica Clínica de la Depresión en la infancia y en la Adolescencia del Ministerio de Sanidad establece: «los médicos de familia y pediatras de Atención Primaria deberían tener una adecuada formación que les permitiese evaluar aquellos niños y adolescentes con riesgo de depresión y registrar el perfil de riesgo en su historia clínica».
Varios son los motivos que dificultan al médico de cabera la identificación de la depresión en el adolescente. Uno de ellos es que los síntomas se camuflan entre los muchos aspectos que se combinan en los cambios propios de esta edad. «En el adolescente deprimido se debe buscar la agitación o la inquietud, la pérdida de interés por las actividades diarias, el cansancio continuo, el insomnio, los cambios en la ingesta y la tristeza continuada. Otros síntomas complementarios son: el fracaso escolar, la pérdida de concentración, las ideas suicidas y la pérdida de autoestima», destaca la doctora Garralda.
También es una barrera el hecho de que «los menores consulten con el médico por motivos físicos y no por su problema emocional. El médico se queja de que tiene poco tiempo (10 minutos) por consulta y en ese corto espacio es complicado abordar aspectos emocionales. Sin embargo, los esfuerzos para aumentar la confianza de los profesionales a la hora de hablar con los jóvenes acerca de cómo se sienten, el refuerzo de las habilidades en la identificación de un trastorno depresivo y el conocimiento de las técnicas terapéuticas para el manejo de la patología ayudarían claramente al médico de Atención Primaria», argumenta.
Elena Garralda defiende como una de las opciones para involucrar a Atención Primaria en la identificación de la depresión y su tratamiento, la que ella y su equipo han llevado a cabo en varios centros de salud de Reino Unido. «Se trata del programa Identificación Terapéutica de la Depresión en los Jóvenes (TIDY, sus siglas en inglés). Consiste en un paquete de herramientas desarrolladas para apoyar a los profesionales de Atención Primaria para que se involucren en las conversaciones con los jóvenes (que casi exclusivamente se presentan con molestias físicas) sobre su bienestar emocional. Se dan las pautas para facilitar la identificación de la depresión y un repertorio de estrategias de intervención para los casos más leves que se puedan realizar en consulta. Estas medidas permiten al médico de cabecera diferenciar qué adolescentes deprimidos requieren de la derivación a los especialistas».
Así, por ejemplo, es importante que charlen con sus pacientes «y les inviten a que hablen con alguien de confianza, que les motiven para que hagan cosas y retomen sus actividades diarias, que les feliciten confiar en su médico porque a partir de ese momento le pueden ayudar. Eso va suponer su mejoría: que les digan que tienen depresión, lo que es y que es un problema común y, por supuesto, que tiene solución«, determina la doctora Garralda.