España se aleja de las prácticas naturales del parto y, con ello, en algunos casos se asumen riesgos innecesarios para la salud de la madre y el niño, que pueden incluso suponer mortalidad.
En estos últimos días hemos sido testigos de dos noticias relacionadas con los partos en España que nos hacen cuestionar si cada vez nos alejamos más del parto natural y de los derechos de las mujeres a éstos.
Por un lado, España ostenta el triste récord de episiotomías de Europa. El 82,3% las mujeres que sufrieron este tipo de intervenciones en el año 2008, cuando la OMS considera que esta práctica no debería superar el 20%, según el informe bianual de la European Perinatal
Health Report.
Por otro, la OMS alertaba que, como mínimo, el 5% de las cesáreas que se llevan a cabo en nuestro país son innecesarias, sobre todo en la sanidad privada. Elevando así el porcentaje de estas intervenciones al 25%, cuando la Organización aconseja entre un 15% y un 20%.
Riesgos innecesarios
No se trata sólo de respetar un proceso fisiológico normal en el que los aspectos emocionales de la mujer deberían ser tenidos en cuenta, que también. Se trata de que, en aras en muchos casos de la comodidad o rapidez del parto, estas prácticas suponen asumir riesgos que, aunque se dan en pocos casos, pueden llegar incluso a la mortalidad de la madre o el bebé.
En el caso menor de las episiotomías, los problemas derivados que se pueden presentar son las pérdidas de orina, infecciones, cicatrices, e incluso inconvenientes en las relaciones sexuales. Si hablamos de las cesáreas innecesarias, pueden llegar a las lesiones en los órganos vecinos, hemorragias, infecciones, lesiones en el feto, bebés con problemas respiratorios, infecciones fetales, problemas de lactancia y complicaciones en futuros partos por inserción anómala de la placenta.
Años advirtiendo
La OMS lleva años advirtiendo sobre el aumento excesivo de este tipo de prácticas y del cambio en el alumbramiento en países desarrollados. Desde la Organización intentan desde hace décadas que cale el mensaje de luchar por conseguir un parto más seguro, humano y respetuoso. Para ello, la información de la sociedad sobre los riesgos que implican estas prácticas, y la decisión de la mujer, resulta fundamental.
Cuando llegamos al término del embarazo cursando el noveno mes, una serie de fenómenos se asocian para determinar el inicio del trabajo de parto. La propia sobre distensión de las fibras musculares uterinas debido al gran volumen que ha adquirido el bebé para ese entonces determina un estado de hiperactividad en ellas, aumentando el tono uterino y dando lugar a la aparición de contracciones.
Simultáneamente, las variaciones de la producción hormonal -que ahora hace que predominen los estrógenos por sobre la progesterona- contribuyen a aumentar la sensibilidad de las fibras musculares uterinas, predisponiéndolas a la fácil contractibilidad.
El peso del bebé de término se hace sentir sobre el cuello uterino, especialmente cuando es impulsado sobre él por el aumento de presión intrauterina determinado por la hipercontractibilidad que acabamos de describir. Esto produce una distensión de las fibras musculares circulares que conforman el cuello del útero. Comienza la fase de «borramiento» del cuello uterino. Esta modificación no pasa inadvertida y es registrada por sensores especiales ubicados en el hipotálamo -debajo del cerebro- que a su vez instruyen a la glándula hipófisis (alojada en las cercanías) para que segregue gran cantidad de una hormona especial, la OXITOCINA, que tiene por acción principal producir la contracción de la musculatura uterina. Como ven, todo un conjunto de acciones diferentes deben tener lugar en forma casi simultánea para que se inicie el parto.
El parto propiamente dicho tiene tres fases que podrán ser distinguidas por la futura mamá y su marido cuando les toque el turno.
Período dilatante: es la etapa previa al nacimiento, caracterizada por las contracciones uterinas en aumento y el progresivo descenso del bebé por el canal del parto.
Período expulsivo: corresponde esta denominación al nacimiento propiamente dicho. No se puede dejar de reconocer a ésta como la etapa más feliz del embarazo y el parto. Es el momento en que, ¡por fin!, lo conocemos. Nadie podrá ignorarlo: el recién nacido se anuncia con bombos y platillos.
Alumbramiento: etapa inmediatamente posterior en la cual se eliminan la placenta y la bolsa de las aguas, todo en conjunto.
A medida que transcurre el trabajo de parto, el bebé desciende a lo largo del «canal del parto». Este «canal» está constituido por una parte sólida -los huesos de la pelvis- y una parte blanda, los tejidos que conforman la cavidad vaginal, el periné y el introito: músculos, tejido graso y mucosa (tejido superficial que recubre la cavidad vaginal).
La anatomía de los mamíferos está conformada de manera tal que permite una cierta dilatación de este «canal» para permitir el paso del que va a nacer. En el caso que nos ocupa -los seres humanos- el bebé tiene una porción sólida (poco modificable), la cabeza, que posee diámetros mínimos del orden de los 12 cm. Está claro que nos referimos a bebés de término con peso promedio de 3 a 3 1/2 Kg. Estas medidas son menores en los bebés prematuros y pueden ser mayores en los de mayor peso. Por lo general hay cierta correspondencia entre el tamaño del bebé y el de la mamá, determinada genéticamente.
Tradicionalmente se acepta -y las estadísticas lo confirman-, que la pelvis de la mujer es fácilmente dilatable hasta una edad que va de los 30 a los 35 años. Luego de esa etapa de la vida, se produce una «soldadura» de los distintos huesos pelvianos que dificultan la adaptación al bebé y por ende el parto natural. Pero como todo en medicina, esto es relativo, y hay muchas mujeres que han tenido su primer bebé por parto vaginal a los cuarenta años.
¿Cuanto tiempo demora la recuperación de un parto normal?
Después de un parto normal, la recuperación es prácticamente inmediata para gran parte de las mujeres y tan pronto la mujer esté dispuesta podrá levantarse, caminar, bañarse, etc. Los cambios que le ocurrieron a su cuerpo durante la gestación se toman un tiempo en retorna a las condiciones previas al embarazo y ciertamente esto no le impide a la mujer llevar una vida normal. Ella no necesita de cuidados especiales como ocurre en el período post quirúrgico de una cesárea. Amamantar al bebé también ayuda en la recuperación ya que la oxitocina liberada por la lactancia permite que el útero se contraiga y retorne al tamaño previo a la gestación rápidamente, además reduce mucho la pérdida de sangre. Este conjunto de factores favorece al bienestar de la puérpera.
¿Es cierto que después de un parto normal, la mujer no tiene el mismo placer durante la relación sexual, al quedar la vagina “dilatada”?
En primer lugar, el deseo sexual es algo muy personal: diferente para cada persona. Cada una lidia de forma diferente con el sexo. Y el sexo no es simplemente físico sino que participan nuestras emociones, miedos, cultura, educación, etc. A vagina, que no es un tubo de concreto por donde pasa un bebé, posee elasticidad natural que puede ser entrenada con ejercicios específicos. Ella se alarga durante la dilatación – para eso sirven las contracciones del parto – para después regresar a su tamaño normal- La historia de la vagina estirada es u preconcepto que hiere el poder femenino de dar a luz y sirve para justificar las episiotomías, cirugías que cortan la vagina, la vulva y los músculos a su alrededor para después suturarlos bien estrechos de modo de proveer de placer al marido. Si la mujer queda sin deseo de tener relaciones después de un parto normal y de haber sufrido una episiotomía es compresible que le duela durante la penetración. Si pasó por esto, entonces no tiene que ver con el parto sino con su mente: se le aconseja asistir a terapia.