Tanto la carne roja y carne blanca son excelentes fuentes de nutrientes, son ricas en proteínas y minerales como zinc, hierro, potasio, cobre y fósforo, además de grandes cantidades de vitamina B12, exclusiva en alimentos de origen animal. Las carnes también cuentan con vitaminas del complejo B, como la B3, B5 y B6.
Pese al aporte nutritivo de estos alimentos de origen animal es necesario tener control, ya que son ricos en grasas saturadas, que aumentan los niveles de colesterol (LDL) en el organismo, lo que puede aumentar también los riesgos de enfermedades cardiacas. La indicación de consumo de este tipo de grasa, encontrada en la piel de las aves y grasas visibles de las carnes es de, como mucho, 2 gramos al día.
Lo ideal es consumir carnes rojas de corte magro solamente tres veces a la semana, alternando el alimento con pollo sin piel y pescados.
Antes de preparar la carne, elimina toda las grasas que están a su alrededor; no dejes para hacerlo cuando ya está en tu plato una vez que, aunque la elimines estarás consumiendo grande cantidad de grasas y calorías.
Prefiera siempre las carnes a la plancha que frita. La plancha evita el absorbimiento de grasas liberadas por la carne al ser calentada, exactamente lo que ocurre cuando la freímos en aceite.
Cuanto más bien hecha la carne, menos grasas ella tendrá. La carne poco hecha presenta las tasas de grasa saturadas más altas.
Entre las opciones más calóricas están la costilla de cerdo con 402 calorías cada 100 gramos. La costilla de ternera también es bastante calórica, con 373 por cada 100 gramos. Entre las aves, el corte más calórico es el muslo de pollo con piel, que cuenta con 260 calorías por ración de 100 gramos.
La pechuga de pollo a la plancha es la opción menos calórica, con 1509 calorías por 100 gramos. La paleta bovina sin grasas y cocida también es una buena opción, con 194 calorías por 100 gramos. Por último, el lomo de cerdo asado, cuenta con 210 calorías por 100 gramos.