Se trata de dietas que prescriben poquísimas grasas, una dosis de proteínas superior a la normal y casi nada de hidratos de carbono. Resultan efectivas pero no siempre inocuas
Las dietas adelgazantes que apenas aportan hidratos de carbono, y sobre todo las que los eliminan por completo, provocan que el organismo tenga que recurrir rápidamente a los depósitos grasos para la obtención de glucosa y energía. Por supuesto, producen una disminución de la grasa corporal y, por tanto, un adelgazamiento. Esto en principio parece una solución fácil a cualquier sobrepeso. Pero tiene sus puntos conflictivos.
de estas dietas se puede decir que producen una pérdida rápida de grasa y peso incluso en personas a las que resulta muy difícil adelgazar. Por otra parte, son relativamente fáciles de llevar si se siguen las instrucciones y se toman los suplementos indicados. En contra de este tipo de dietas, es importante destacar que el organismo sufre una agresión. No disponer de hidratos de carbono constituye un estrés para el cuerpo, que a la larga puede producir so-brecarga en el hígado y el riñon, y requiere un control médico continuado. Sobre todo si se entra mucho tiempo en «ce-tosis», el estado metabólico en que se crean cuerpos cetóni-cos a partir de las grasas debido a la carencia de hidratos de carbono. Dichas sustancias
son en cierta forma «tóxicas» para el cuerpo, que se ha de encargar de eliminarlas.
Por supuesto, existen dietas muy distintas. En algunas no se entra nunca en cetosis porque se mantiene siempre cierto aporte de hidratos de carbono (pasta, arroz, pan, fruta…). Estas resultan menos perniciosas. Otras, en cambio, basan su efectividad justamente en la producción de cetosis en el cuerpo para provocar la disminución de los depósitos grasos. Se trata de formas efectivas de perder peso pero no ¡as más recomendables. Deberían reservarse para casos en que la dieta hipocalórica convencional no funciona y hay un notable exceso de peso.