Hoy queremos hablar sobre un problema muy grave que cada vez se hace más común, estamos hablando sobre la obesidad infantil. Esta se ha incrementado muchísimo en estos últimos años, por lo que queremos dar algunos consejos para tener en cuenta que ayudan a evitar que esto suceda, la salud de nuestros hijos depende de que tengamos en cuenta estos consejos.
Hoy queremos centrarnos en los periodos en los que los niños son más propensos a desarrollar obesidad infantil, de forma que tomamos mayores precauciones. Las etapas que mencionamos son las que coinciden con un mayor crecimiento del tejido adiposo en el organismo de los niños. Comenzamos mencionando el primer año de vida, durante este tiempo los adipocitos incrementan notablemente su tamaño, pudiendo ser un posible desencadenante de obesidad.
También hay riesgo entre la edad de los 5 a 7 años, este es un periodo al que se le llama ?rebote adipocitario?y coincide con un momento en el cual los niños no sólo incrementan el número de adipocitos en su organismo, sino que éstos también aumentan su tamaño. Por último, también hay que tener cuidado con la pubertad, ya que durante la misma el organismo incrementa el número de adipocitos del tejido adiposo, por lo tanto, también se debe tener cuidado porque constituye un período riesgoso para el desarrollo de obesidad.
Factores ambientales
Una dieta hipercalórica, con abuso de alimentos ricos en grasas y azúcares, y que suponga una ingesta energética superior a las necesidades reales durante largos periodos de tiempo, tiene como consecuencia un importante incremento de la grasa corporal. Ver la televisión es un importante factor de riesgo para desarrollar obesidad porque, además de tratarse de una actividad sedentaria que sustituye a otras en las que sí se consume energía, facilita que se siga comiendo, e incluso se imite a personajes con malos hábitos alimentarios (tan importante se considera la influencia de la televisión sobre los más pequeños que, en Estados Unidos, se modificó la dieta del Monstruo de las Galletas de Barrio Sésamo, convirtiéndolo en un gran aficionado a las verduras). El ordenador y las consolas suman horas al sedentarismo infantil, especialmente a partir de los siete u ocho años, y han sustituido a otras actividades como juegos y deportes al aire libre, que ayudaban a mantener el equilibrio entre el consumo de calorías y el gasto de energía.
Factores genéticos
El riesgo de que un niño sea obeso aumenta considerablemente cuando sus padres lo son (tiene cuatro veces más posibilidades de desarrollar obesidad si uno de sus padres es obeso, y ocho veces más si ambos progenitores lo son). Sin embargo, en esta ecuación no solo interviene la herencia genética (facilidad para aumentar de peso, inadecuada distribución de la grasa corporal…), sino el estilo de vida de la familia como la preferencia por determinados alimentos o formas de cocinarlos que incrementen la ingesta calórica, así como un escaso gasto de energía debido a poca o nula actividad física. El niño normalmente seguirá los mismos hábitos familiares, lo que favorecerá el aumento de peso ya durante la infancia.
Factores psicológicos
En ocasiones, tanto niños como adultos, buscan en la comida una recompensa, una forma de mitigar sus carencias y frustraciones. Pueden comer cuando se sienten tristes o inseguros, para olvidar sus problemas, por estrés o por aburrimiento. Los alimentos elegidos suelen aportar poco valor nutritivo y muchas calorías (dulces y chucherías, aperitivos como patatas fritas industriales y similares…). En estos casos, además, los niños pueden estar imitando las conductas que han observado en sus mayores.
prevenir la obesidad infantil
Estos son algunos consejos que los padres deben tener en cuenta si quieren prevenir la obesidad infantil en sus hijos:
- Al hacer la compra ten en cuenta que tú decides lo que se va a comer en casa. Incluye más fruta y verdura en la cesta de la compra, y menos grasas y productos azucarados. Acostumbra a los niños, desde pequeños, a tomar fruta o yogur de postre en vez de dulces.
- No llenes la casa de bollos, pasteles, chocolate, galletas, caramelos, patatas fritas y similares, refrescos, y todo aquello que aporte pocos nutrientes y muchas calorías y facilite picar entre horas. El que evita la ocasión, evita el peligro.
- No es conveniente prohibir totalmente ciertos alimentos, como los dulces, porque en su justa medida no son perjudiciales y no poder comerlos nunca puede generar ansiedad en los pequeños y rechazo por otros alimentos.
- Es importante que el desayuno sea abundante y completo. Y hay que distribuir las comidas a lo largo del día (cuatro o cinco tomas).
- En la merienda optar por fruta, lácteos o bocadillos (mejor de atún, sardinas o queso), en vez de dulces industriales.
- Se debe limitar el consumo de refrescos azucarados, sobre todo durante las comidas, porque además de engordar, sacian al niño temporalmente y este deja de comer alimentos sanos.
- Hay que procurar comer en familia siempre que sea posible para supervisar lo que come el niño (tanto qué como cuánto).
- No utilizar nunca los alimentos como recompensa o castigo.
- Los cambios en el estilo de vida deben ser paulatinos y a largo plazo, sin pretender que se produzcan pérdidas de peso significativas en poco tiempo.
- Al comer fuera de casa, hay que elegir restaurantes donde se sirvan ensaladas, guisos y comida de tipo mediterráneo, en vez de comida rápida.
- Es conveniente hacer ejercicio a diario, aunque solo sea dar un largo paseo. Si los padres tienen un estilo de vida saludable, el niño también.
- Desde pequeño, acostúmbrale a jugar al aire libre y a permanecer activo, y reduce las horas de televisión, videojuegos, y otras actividades sedentarias.
- Anímale para que se interese por la práctica de algún deporte, en grupo o individual. Seguro que hay alguno que le gusta y lo puede realizar como una actividad extraescolar, o los fines de semana.