Uno de los puntos más importantes de nuestra higiene cotidiana es el lavado de dientes. Los especialistas indican que es necesario que todas las personas cepillen sus dientes antes y después de dormir y de las comidas. De esta manera tendremos dientes blancos, sanos y podremos olvidarnos de otros inconvenientes relacionados.
Aunque parezca mentira, la salud bucodental es tan importante como cualquier otra clase de higiene diaria. Si no cepillamos nuestros dientes a diario pagaremos las consecuencias a nivel físico, tanto dentro como fuera de la boca. Los problemas más comunes son manchas en los dientes, encías sensibles, caries, placa bacteriana y sarro, pero no son los únicos.
Cuando no cepillamos nuestros dientes a diario podemos sufrir otros inconvenientes muy graves, como dolores de espalda y de cabeza muy fuertes. Además hay que mencionar que la higiene dental es primordial en las embarazadas, ya que aquellas que no se cepillan los dientes tienen posibilidad de protagonizar un parto prematuro.
También debemos cuidar constantemente de conservar bien limpia la boca y de asegurarnos de ello todos los días, especialmente por la noche. Si no lo hacemos aparecerán los microbios que formarán ácidos, especialmente uno que se llama ácido láctico, igual al que se halla en la leche agria, y que puede disolver lentamente el esmalte de los dientes. Afortunadamente nuestra saliva ejerce su acción sobre este ácido, haciéndolo desaparecer, porque contiene lo que se llama un álcali, y un álcali, en presencia de un ácido, se combina con él. Es mucho mejor que el ácido se combine con el álcali de la saliva que con la sustancia alcalina de los dientes. Hemos de conservar, por lo tanto, la boca y los dientes muy limpios, sirviéndonos de los polvos especiales dentífricos, que a la vez son alcalinos y antisépticos, o sea, venenosos para los microbios. Debemos usar estos polvos por la noche y por la mañana, procurando servirnos de un cepillo que no sea muy duro, -porque podría provocar el desgaste del esmalte o hacer sangrar las encías-, y frotar los dientes con suavidad, no de un lado para otro, sino de arriba abajo, a fin de dejar bien limpios los espacios que hay entre ellos.
Para limpiarnos los dientes debemos preferir los polvos dentífricos a cualquier líquido, con tal que sean finos sin la menor partícula que pueda rayar el esmalte del diente. Además, los polvos ofrecen sobre el líquido la ventaja de que frotando sencillamente los dientes con ellos se evita la formación de esa materia de color pardo llamada sarro, que de otra suerte es inevitable. Los mejores polvos se componen de una mezcla por partes iguales de polvos fenicados y carbonato de cal preparado al efecto, todo lo cual resulta muy económico, Estos polvos son muy suaves, muy antisépticos y fuertemente alcalinos y agradables. Ninguno de los específicos que se anuncian para la limpieza y conservación de los dientes es tan bueno como este preparado, y el más barato de todos ellos cuesta más que él.
Es de importancia suma saber, a fin de conservar bien la dentadura, si hemos de desterrar el azúcar, pues a todos los niños les gusta esta sustancia, a todos les apetecen los dulces, y si estas cosas son buenas para ellos, aun cuando sean nocivas para sus dientes, veamos qué es lo que se debe hacer. Cierto es que el ácido láctico formado por los microbios en nuestra boca, y que puede disolver el esmalte de los dientes, proviene del azúcar. Una molécula de este producto queda dividida por los microbios en dos moléculas de ácido láctico.
Es necesario cuidar los dientes desde edades muy tempranas
Las ventajas específicas de un programa de salud bucal en edades tempranas son muchas:
- Interceptar y modificar hábitos perjudiciales (como el abuso del biberón, el chupete con azúcar, etc.)
- Establecer unos patrones dietéticos que no sean perjudiciales para los dientes de los niños.
- Inculcar la importancia de la limpieza de los dientes.
- Introducir la odontología de una manera placentera en los niños.
- Conocer las recomendaciones de los suplementos ideales de flúor.
La gran cantidad de avances en investigación que se han producido en el campo de la odontología nos han facilitado métodos suficientes para prevenir las enfermedades buco-dentales en gran medida. La Academia de Odontopediatría recomienda el establecimiento de un programa preventivo a temprana edad (3-5 años). La primera visita está recomendada al año de edad y las visitas de control cada seis meses. Es siempre mucho más fácil prevenir la enfermedad que curarla. En pediatría, desde temprana edad, podemos tener un control del crecimiento y desarrollo de las estructuras orofaciales. Tenemos la oportunidad de detectar problemas ortodóncicos y prevenirlos. Podemos intervenir en malformaciones producidas por el hábito de chupeteo del pulgar o por la persistencia del uso del biberón o del chupete.
La higiene de los dientes
Al principio podemos limpiar las encías del bebé con una gasa o una tela húmeda. Al mantener limpias las encías reducimos el número de bacterias orales y la producción de ácidos, y con ello la erupción dental tendrá menos complicaciones. Cuando erupcionen los primeros dientes y el niño lo permita se introducirá un cepillo infantil de cerdas suaves y mango ancho. A los 2 años se usará pasta dentífrica infantil, utilizando una cantidad similar al tamaño de un guisante y debemos evitar que no se la trague.
Hasta los 6 o 7 años no se considera que el niño tenga la habilidad suficiente para cepillarse los dientes solo correctamente. La mayoría requiere la supervisión de un adulto hasta los 8 años, cuando ya ha demostrado mayor destreza. Debe supervisarse por lo menos dos veces al día: mañana y noche.
Por naturaleza, el niño realizará un cepillado horizontal. Hasta los 6 o 7 años no tiene el desarrollo psicomotor suficiente para aprender a realizar un cepillado de barrido adecuado. Antes de esta edad no hace falta enseñarle la técnica correcta: lo importante es que se cepille los dientes. A los 6 o 7 años puede iniciarse la técnica de cepillado vertical, cepillando desde la encía al diente.
Para que el cepillado de los dientes se convierta en un hábito, existen dos factores fundamentales a seguir:
- Inicio temprano, al erupcionar los dientes.
- La higiene debe ser un acto regular dentro del hogar: al principio la higiene oral puede convertirse en un evento familiar que el niño no debe perderse. De esta manera aseguramos que se cree el hábito que continuará al crecer el niño. Debemos tener en cuenta que el niño aprende por imitación, observando las acciones de sus padres y hermanos.
Lo más indicado sería cepillarse los dientes después de cada ingesta. Por la dificultad que esto comporta, se cepillará por lo menos dos veces al día con una pasta fluorada. Debe insistirse sobre todo antes de ir a dormir, ya que durante la noche el flujo salival está disminuido y las bacterias actúan con mayor rapidez.
La importancia del flúor
El flúor sistémico a través de una ingestión de agua corriente fluorada a dosis óptimas ha reducido el número de caries en un 50-60 % de la población de Estados Unidos. En las zonas donde el agua tiene menor nivel de flúor que el considerado óptimo, la suplementación sistémica mediante gotas o tabletas puede proporcionar la misma reducción en el número de caries. En una situación ideal siempre debería analizarse el contenido en flúor del agua para conocer con exactitud la suplementación necesaria.
Los niños deben recibir flúor sistémico, si es necesario, hasta los seis o siete años, cuando aparecen los primeros dientes permanentes. Con la aparición de los dientes permanentes en la boca, si el dentista considera oportuno que hay necesidad de una suplementación ésta debe ser tópica, en forma de colutorio, bien diario (concentración de flúor 0,05%) o bien semanal (concentración de flúor 0,2%). Aparte, y siguiendo los consejos de la Academia Americana de Odontología, el niño recibirá flúor acidulado en forma de gel bianualmente en sus visitas de revisión al dentista.
El flúor puede prevenir dos de cada tres caries; por tanto, es un elemento importantísimo en la prevención de la caries.