Mediante sonidos, trozos musicales y estructuras rítmicas se pueden conseguir diferentes resultados terapéuticos directos e indirectos a nivel psicológico, psicomotriz, orgánico y energético. Está comprobado que la música y sus componentes fundamentales producen patrones de actividad eléctrica cerebral coherente.
Esto se ve en una mayor eficacia a nivel del funcionamiento del cerebro como rector de los procesos cognitivos y como regulador de las funciones vegetativas del organismo. Los sonidos son frecuencias electromagnéticas susceptibles de ser utilizadas de manera análoga a la que son utilizados los colores en la cromoterapia.
Uno de los usos más cotidianos es la regulación del estado de ánimo, éste es de los más simples y difundidos. Cuando estamos deprimidos utilizamos trozos musicales para alegrarnos, o para calmarnos cuando nos encontramos muy excitados por el estrés, la rabia o el temor que día a día nos aqueja en la cotidianeidad.
La musicoterapia promueve el manejo de la música y sus características sonoras (tiempo, ritmo, melodía, tonalidad, armonía, etc,) para inducir y promover la comunicación, las relaciones, el aprendizaje, el movimiento, la expresión, la organización en personas discapacitadas, aun que también en personas sanas.
Cuando una mujer embarazada escucha música clásica, como Bach o Mozart, se puede comprobar que el feto se relaja y se reduce su ritmo cardíaco. Todo lo contrario di la música ambiente es, por ejemplo, rock. Asimismo, la música puede ser importante en el desarrollo evolutivo del niño, favoreciendo el desarrollo intelectual, físico, sensorial y afectivo-emocional.
No cabe duda de que la música induce un estado de relajación, reduciendo la agitación y los estados de ansiedad. También ayuda a mejorar la coordinación física, tal y como se utiliza en los gimnasios, y mejorar la interacción social. En el aspecto cognitivo, aumenta la capacidad de atención y concentración y potencia las habilidades de comunicación.
Todas estas aportaciones de la música al estado físico, emocional e intelectual de las personas constituyen la base de la musicoterapia en el ámbito de la discapacidad (autismo, parálisis cerebral, etc.). A través de la música, en este caso se pueden obtener importantes mejorías en las capacidades cognitivas, emocionales y físicas de los pacientes, favoreciendo su integración social.
Con la musicoterapia se favorece el desarrollo emocional y la capacidad de comunicación, se aumenta la capacidad de percepción y el nivel de motricidad, se reduce la ansiedad, aumenta el riesgo cerebral y facilita el acercamiento a los niños autistas o a quienes padecen psicosis y otros trastornos del comportamiento.
Todo ello conlleva, además una mejoría significativa de la respuesta psicofisológica, que se puede constatar por medio de electroencefalograma, el ritmo cardíaco, el reflejo psicogalvánico, etc.
En las personas con discapacidad el uso de la musicoterapia ha demostrado su efectividad a la hora de lograr importantes mejoras de los pacientes, especialmente en lo que se refiere al desarrollo de la afectividad las habilidades de comunicación, la motricidad, la coordinación, la capacidad sensorial, la autoestima y la observación de la realidad. Todo ello, permite a los pacientes mejorar o en algunos casos iniciar las relaciones interpersonales y contribuye a su integración social.