La práctica de la meditación puede hacerse de diversas maneras para obtener distintos fines. Un ejercicio de meditación puede consistir simplemente en concentrar la atención en el propio cuerpo, valiéndonos de la respiración y el latido del corazón como primer paso para desconectarnos del exterior y llegar a un estado físico y mental de relajación y bienestar.
Y también hay otro tipo de ejercicio, que es el de la llamada meditación dirigida, tendiente a lograr determinados propósitos de desarrollo personal y conocimiento de sí mismo. Este tipo de meditación la aprendí en la Escuela para el Desarrollo Armónico y por experiencia personal sé que es útil.
Las ideas semilla
Una de las herramientas que sirven de base a la meditación dirigida es el empleo de ideas semillas, que hacen que el pensamiento gire en torno de ellas ayudándonos a una mejor comprensión de nuestra realidad en el aquí y ahora.
Las ideas semilla, o ideas fuerza, pueden estar expresadas en forma de versos o frases que tienen que ver con el momento actual de nuestra vida, y también pueden ser oraciones, no necesariamente religiosas, sino con un contenido espiritual elevado. Lo importante es que ayuden a concentrar el pensamiento y nos permitan mantener nuestro equilibrio en el torbellino del movimiento, conservarnos en estado de alerta y preparados para atravesar ilesos las situaciones de tensión que nos toque vivir.
El poder de las palabras y la imaginación
El empleo de ideas semilla parte de la base del poder de la palabra; es mediante las palabras adecuadas que lograremos mayor apertura mental y espiritual y una relación más fluida con el mundo que nos rodea.
Una idea semilla que ha probado ser efectiva para muchas personas es la siguiente:
“Elevo mi sentir al nivel que sirva a mi evolución personal”.
También es eficaz el empleo de imágenes o pequeñas narraciones. Por ejemplo: con los ojos cerrados, imagínate estar frente a una puerta cerrada: obsérvala, mira su color, si es de madera, si tiene molduras; ves un picaporte, abres la puerta y te hallas en una sala amplia. En el centro de la sala, cae desde el techo una suave luz violeta; debajo de la luz, una silla y una mesa. En la mesa hay una bandeja de oro: siéntate. Toma la bandeja, pon en ella ese problema que hoy tanto te preocupa y vuelve a dejarla sobre la mesa. Levántate. Camina hasta la pared opuesta a la puerta. Hay un gran espejo. Mírate en él, observa tus ojos. Date las gracias por haberte traído hasta aquí. Da media vuelta, sal de la sala y cierra la puerta. En este punto, das por terminado el ejercicio y cuando sea el momento abres los ojos.
Si el ejercicio se hace en grupo, será la voz del director la que vaya guiando el relato; si es en soledad, será tu propia imaginación. En cualquier caso, es muy probable que en los días siguientes se aclaren tus ideas y encuentres una manera de resolver tu problema. Haz la prueba, no perderás nada y puedes ganar mucho.