La aromaterapia está bien instalada entre nosotros, y son muchas las personas que han decidido apostar por el poder de los aromas para sentirse bien. Hay quienes aprovechan los beneficios de la aromaterapia aplicados a su hogar, y perfuman su baño con limón, su escritorio con lavanda y su cuarto con sándalo, para generar así aromas diferentes en cada ambiente e invitar a sentirse bien según el lugar de la casa donde nos encontremos.
Otros deciden ir más profundo, y se dirigen a centros que brindan tratamientos de aromaterapia de forma personalizada asociados a la práctica del masaje. Sea como sea, lo cierto es que el aroma de las flores nos hace sentir bien y potenciar el buen ánimo, y el hecho de que nosotros, los occidentales del siglo XIX lo sepamos, no indica que otras culturas ya no lo supieran antes. De hecho, la historia de la aromaterapia se inicia muy lejanamente en el tiempo.
La aromaterapia puede ser algo nuevo para muchos ciudadanos, pero es cualquier cosa menos nueva para la civilización. Si se usa adecuadamente, tiene un poder increíble y producirá cambios positivos en el cuerpo. La forma más antigua de medicina se denomina ayurvedismo. Para enterder mejor su complejidad y la minuciosidad de su aplicación, tendríamos que investigar hasta 10.000 años atrás en el libro indio más antiguo y sagrado que se conoce, el Vedas. Leer este libro no es necesario para que el lector adquiera conocimientos de aromaterapia, si bien su lectura es fascinante.
De la Biblia nos llegan referencias de cómo Dios se dirigió a Moisés para que usara la mirra, que se componía de aceite de oliva y cálamo, casia y canela. La mirra es muy eficaz como antiséptico y como estimulante del crecimiento celular.
En el siglo IV antes de Cristo, Hipócrates era un firme defensor del uso de la aromaterapia en el baño y en los aceites de masaje. A él se le ha llamado “el padre de la medicina” y también puede describírsele como un líder en el uso de la aromaterapia con fines medicinales.
Ya en el 5.000 a.C., la gente que vivía en Pakistán usaba la aromaterapia en los baños públicos.
Algunos la llevan a hace unos 4.000 años, cuando se comenzaron a utilizar los aromas de las flores para mejorar el ánimo y curar enfermedades, y aunque el término ‘Aromaterapia’ fue utilizado por primera vez por el químico francés René Maurice Gattefossé, quien descubrió que la lavanda permite aliviar el dolor en heridas leves, lo cierto es que la práctica en sí ya existía hacía mucho tiempo.
La historia de la Aromaterapia comenzó con el hombre de Neanderthal.
En 1975 se descubrió en Irak un esqueleto de sesenta mil años, al lado de este hombre llamado Shanidar IV se encontraron depósitos de polen, hierba, cana y jacinto racimoso. Los arqueólogos piensan que eran un chaman o un líder religioso muy avanzado en el estudio de la botánica.
En uno de los antiguos manuales de medicina, escrito en el año 2OOO a. de C., el emperador chino Kiwang-ti describía las propiedades curativas del ruibarbo y la granada.
Y aún antes, los jeroglíficos dan cuenta de que los egipcios usaban plantas medicinales en el proceso de momificación, y que sus sacerdotes, que eran médicos de la época, prescribían mirra como antiinflamatorio, y también para deleitar el olfato y agradar a los dioses.
Pero el primer aromaterapeuta de la historia fue el griego Teofrasto, que escribió un tratado guía: «Relativo a los olores», en el cual analizaba los efectos de los distintos aromas en el pensamiento, el sentimiento y la salud.