El deseo de tener hijos se mantiene, pero la decisión se retrasa o no llega. La tasa de fecundidad es de las más bajas de Europa y el 75% de las madres trabajadoras dice haber sufrido algún tipo de discriminación laboral.
El nacimiento de un bebé supone un cambio radical en la vida profesional. Según una encuesta del INED y de la DRESS en Francia, cerca del 40% de las mujeres declara que tener un hijo le ha hecho cambiar de estatuto profesional, de horarios o de intensidad del trabajo. Algunas se han tenido que retirar del mercado del trabajo: 57 % de las mujeres dejan su trabajo y 22% reducen su jornada laboral.
Este cambio profesional es sobre todo importante con el nacimiento del primer hijo y se estabiliza con los siguientes. Sin embargo algunas mujeres no están dispuestas a frenar su carrera profesional o a correr el riesgo que un nacimiento la ponga en peligro.
¿Las consecuencias? Una tasa de fecundidad que no para de bajar, situada en un 1,38, y una edad de maternidad cada vez más retrasada, que pasa ya los 30 años. En España, la natalidad se ha reducido un 50% en los últimos 30 años, y el porcentaje de mujeres que tuvieron su primer hijo después de los 35 años de edad se ha incrementado un 30% en los últimos cinco años.
¿Es posible conciliar?
El 75% de las madres trabajadoras dicen haber sufrido algún tipo de discriminación por su condición. Eso nos hace replantearnos si es posible la conciliación entre la vida familiar y laboral. La respuesta parece ser que sí, si miramos a países como Suecia donde la masiva incorporación de la mujer al trabajo no ha hecho disminuir la tasa de fertilidad. ¿Por qué? Por los numerosos beneficios y protecciones sociales que existen.
En España aún parece que estamos muy lejos en materia de política de igualdad. Se necesita aumentar las ayudas a las familias sí, pero también un cambio en la mentalidad del empresario y del empleado y un reparto equitativo de las tareas domésticas y del cuidado de la familia.
Una decisión no exenta de riesgos…
La fertilidad de la mujer está muy relacionada con su edad. Por ejemplo, una mujer de alrededor de 20 años que intente quedarse embarazada en los días que es fértil tiene un 25% de posibilidades, en los 30 años tiene el 15% y a partir de los 35 las posibilidades de embarazo se quedan ya en un 10%. Esta cifra desciende al 5% después de los 40 años.
En las maternidades tardías es más frecuente que aparezcan problemas de hipertensión, procesos varicosos, diabetes y anemia ferropénica. Si hablamos del parto, también la edad de la madre influye en las posibles complicaciones. Así, el riesgo de cesárea se multiplica según aumenta la edad de la gestante, siendo el parto de las primíparas de más de 35 años más difícil.