Las horas de comer representan mucho más que simples intervalos para satisfacer el hambre.
Estos momentos son oportunidades educativas clave que van más allá de la nutrición, ofreciendo un terreno fértil para desarrollar habilidades sociales, emocionales y cognitivas en niños y adultos por igual.
La planificación de las experiencias de alimentación y nutrición en los centros consiste en líneas generales en:
Personalización:
El educador debe procurar que el tema de alimentos y nutrición se convierta en algo vivo para el niño. Es la nutrición individual lo que nos interesa
Ésta se determina mediante preguntas y observaciones, a través de las cuales el educador investigará el nivel de conocimiento previo que posean los alumnos acerca de alimentos y nutrición.
Posteriormente se informará (con entrevistas a los padres) de aquellos alimentos típicos que cada niño/a conoce.
El educador debe en todo momento proporcionar al niño/a muchas experiencias concretas y directas con las comidas. Éstas les enseñarán más sobre alimentación y nutrición que muchas fotos o películas, por lo que es preferible tener menos experiencias pero con alimentos reales, a tener muchas experiencias con otros elementos.
La oportunidad para ver, tocar, degustar y oler los alimentos produce una impresión perdurable en los niños/as.
Aprendizaje social y emocional
Las comidas son momentos propicios para el desarrollo de habilidades sociales y emocionales. En entornos familiares, escolares o comunitarios, compartir una comida implica interacción, comunicación y el aprendizaje de normas sociales.
Los niños aprenden a turnarse al hablar, a escuchar a los demás y a expresar sus pensamientos y sentimientos de manera adecuada. Además, estos momentos promueven la empatía, ya que al compartir experiencias y conversaciones, se fomenta el entendimiento y la conexión con los demás.
Cultura y diversidad
Las comidas ofrecen una puerta de entrada a la diversidad cultural. Cada comida representa la historia, las tradiciones y las costumbres de una comunidad o un grupo.
Explorar y compartir diferentes platos y prácticas culinarias es una oportunidad de sumergirse en la riqueza de la diversidad cultural, fomentando la comprensión y el respeto por las diferencias.
Educación nutricional y hábitos saludables
Enseñar a los niños sobre la importancia de una alimentación balanceada y de hábitos saludables puede comenzar en la mesa. Las conversaciones sobre la procedencia de los alimentos, su valor nutricional y la importancia de una dieta equilibrada son fundamentales durante las comidas.
Asimismo, se pueden inculcar hábitos saludables, como comer despacio, masticar bien los alimentos y disfrutar de la comida en un entorno relajado y sin prisas.
Desarrollo del lenguaje y la comunicación
Las comidas son momentos ideales para expandir el vocabulario y mejorar las habilidades lingüísticas. Los niños pueden aprender nuevos términos, describir sabores, texturas y aromas, y participar en discusiones que amplíen su capacidad de expresión. Estimular conversaciones durante las comidas también ayuda a fortalecer las habilidades de narración y la capacidad de escuchar.
Fomento de la responsabilidad y autonomía
Involucrar a los niños en la preparación de las comidas y en el proceso de poner la mesa fomenta la responsabilidad y la autonomía. Les brinda la oportunidad de aprender habilidades prácticas, como la medida de ingredientes, la organización y la limpieza, inculcando un sentido de logro y contribución a las labores del hogar.
Simplificación:
hay que simplificar los conceptos de alimentación y de nutrición para que se nivelen con su capacidad cognitiva particular; los niños/as conocen bien algunos alimentos pero desconocen otros. Pensemos que el comer se relaciona con su salud, energía, crecimiento y bienestar general.
Escenificación:
la participación de progenitores y docentes despertará en los niños/as mayor interés sobre los alimentos y la nutrición. Para escenificar en el aula se puede decorar (con la participación de los alumnos) con fotos de alimentos, restaurantes, supermercados,… y practicar juegos y canciones que traten de este tema.
Movilización:
el docente debe aprovechar los recursos disponibles, humanos y materiales, para que los niños/as capten conceptos de alimentación y nutrición. El primer recurso es el propio docente, pues sirve de modelo de hábitos de alimentación que desea fomentar en los niños/as.
Las orientaciones generales a desarrollar serán: Función del educador:
Seleccionar los hábitos que desee fomentar en los niños/as y temporalizarlos (de manera flexible) sin exigir al niño/a avances inesperados.
No coartar al niño/a:
sino que sea él quien experimente sensaciones para el desarrollo de éstos hábitos, valorando en todo momento los esfuerzos que realice.
Establecer un clima de afecto y diálogo.
La comida tiene tanto de acto individual como social y los niños/as han de percibirlo así. Es importante que la hora de la comida no se convierta en una amenaza para el niño/a, pero tampoco en angustia para el adulto.
Por lo tanto, importa no perder nunca la calma. Valorar cada esfuerzo logrado adquiriendo el hábito, reforzándolo, especialmente cuando le haya costado mucho trabajo adquirirlo.
Resulta también importante establecer un clima de diálogo constante con los padres, en torno a aquellos hábitos en los que la experiencia permite constatar que hay dificultad por parte de los niños/as.